Ya me hacía falta tener un tiempo libre para descansar, el lunes aproveché el día para dormir un poco más y para ir a tomar unas fotos en la tarde. 

Al principio estaba un poco frustrada porque el plan principal era ir a tomar las fotos a unas casitas que mi novio se encontró un día y supo que me iban a gustar. (Él ya sabe las cosas que me gusta fotografiar)

Llegamos a las casitas pero no pudimos hacer mucho porque había unos carros estacionados que no nos iban a dejar sacar la foto que teníamos en mente y también la luz no nos ayudaba mucho.

Entre uno que otro intento fallido decidimos cambiarnos de lugar, pensábamos en ir al centro porque yo ya tenía en mente otro espacio para tomar fotos, pero la hora no nos iba a permitir hacer mucho porque el sol ya se mete más temprano.

Camino al centro vimos un parque y creímos que era buena idea bajar y ver que podíamos sacar ahí.

Vimos un árbol que nos gustó y empezamos a ver qué podíamos hacer, yo no llevaba el outfit más cómodo para subir un árbol y me costó algo (mucho) trabajo poder llegar a donde quería, mi novio terminó ayudándome a subir, y aunque se me rompió la media en el intento, tengo que decirles que me gustaron mucho como quedaron las fotos. 

Ni se imaginan cómo tenía que subir Ricardo el árbol para poder llegar a tiempo a la foto, yo andaba media nerviosa porque tenía miedo de que se fuera a lastimar, afortunadamente no pasó nada malo.

Me encanta poder disfrutar días así, sin presión, tranquilos y llenos de  buena vibra.

No cabe duda que muchas veces las cosas que tienes en mente no resultan ser como pensabas, y terminas sorprendiéndote más con la espontaneidad que descubrimos día a día.